Danilo en los Infiernos

Danilo en los infiernos es un viaje impresionista, un paseo superficial y trascendente, elegante y vulgar, elevado y rastrero por los espectáculos y la vivencias que se te pueden clavar deambulando por la cartelera madrileña nocturna. Madrid, ciudad en la que todo puede consumirse a sí mismo. Puñalada en medio del horizonte de algún plenilunio.

Thursday, June 07, 2007

LA VIDA EN ROSA (EDITH PIAF)



"La vida en rosa" es una personal película que nos presenta una semblanza con estructura y aspectos de pintura impresionista. Como si tuvieramos entre las manos una colcha confeccionada con retazos vivenciales y claroscuros de experiencias de una artista, asistimos a una película que refleja con original técnica la semblanza de esta cantante-actriz de leyenda.










La película es un biopic que tiene como principal premisa e interés que no refleja la vida de la Piaf de una manera lineal. Es por eso un filme personal, que huye de la biografia al uso. Este aspecto, que es su mayor aliciente, se convierte, no obstante, en su mayor lastre. Si bien es una técnica sugerente, creativa, evocadora y novedosa, el espectador queda apabullado, el relato se hace engorroso, quedan lagunas argumentales sin rellenar.
La persona que va al cine no tiene porque saber la verdadera biografía de Edith Piaf,`por lo tanto, tal y como está contada la película, el espectador sale del cine sin haber entendido aspectos de la trama:
¿qué ocurre realmente con el asesinato de Depardieu?, ¿por qué la Piaf se ve envuelta entonces por el escándalo?, ¿quién es ese chulo al que la joven Edith paga, es que acaso se prostituye? ¿se casa dos veces? ¿quiénes son esos dos maridos? ¿quién en la galería de personajes que parecen durante la cinta?, etc,etc.

No se trata de que se hayan seleccionado unos hechos y no otros de la vida de la cantante, eso es una cuestión personal (por ejemplo, se ha comentado muchisimo que en el filme ni se haga referencia a la Segunda Guerra Mundial), se trata de que lo que se selecciona esta tan sesgado y contado de tal modo que no se entiende.

La subjetividad con que se nos cuenta la historia no es incompatible con tales lagunas, se tiene la sensación de que el espectador tiene y conoce ya el referente de la vida de la Piaf, cosa que se hace necesaria para comprender el filme en determinados momentos

Pero hecha esta observación, hay que decir que, con todo, la película tiene momentos soberbios, casi catárticos por su enorme golpe de efecto. Son los momentos más audaces a la hora de contar la semblanza, como es el tremendo preludio de arranque en que la Piaf, como una estatua palidísima canta en el Olimpia. Este inico de la cinta es a la vez el umbral del viaje por su existencia. O como el plano secuencia en el que recibe la cruel noticia, mientras su amante la espera en el lecho, momento en el que lo onírico y lo real se funde. O la entrevista concedida en la playa. Olivier Dahan , director de cosas tan olvidables como "los rios de color púrpura 2", logra así una película personal, muy interesante, haciéndonos olvidar sus posibles problemas.

Y es que uno de los mayores aciertos está también en la creación de atmósferas. Viajamos desde los suburbios donde la pequeña Edith crece, los burdeles, el estudio de grabación, los teatros, el Nueva York de la época, los cabarés miserables, escenarios magníficamente recreados y retrados; lugares que se convierten en protagonistas de la historia donde se desarrollan vivencias claves, por ejemplo la primera confrontación con el público de Edith, sólo ella, sin la musica, ella y sus manos y su rostro.

La mayor baza de la cinta esta en la indescriptible interpretación de Marion Cotillard. Se entrega en cuerpo y alma, nunca mejor dicho. La labor de caracterizacion es increíble. La labor de encarnación, mas. Se ha criticado que esté muy exagerada. Paparruchas. Sencillamente, su personaje esta trabajado desde el exceso, porque puede hacerlo como actriz y porque está interpretando auna mujer irrepetible y porque se trata de encarnar a una mujer en situaciones extremas. Quiza esta critica venga dada mas por la propia estructura de la cinta que nos ofrece una perspectiva determinada del personaje,que por la interpretacion en sí, que es de primera.

La vida en rosa es pues una película de visión obligada. Siendo un biopic es un relato realizado de una manera muy personal, casi anticomercial. Su mayor fuerza radica en los distintos retazos de la vida de Edith, donde priman las atmósferas creadas y las vivencias sentimentales de la protagonista. Todo está llevado a través de una reelaboración subjetiva. Es un mosaico de experiencias vitales. Te golpea, te vuelve a golpear, te emociona, lo vuelve a hacer... El valor del filme está en su subjetividad, en lo sugerente. Buena parte de la vida de la Piaf resulta incomprensible (excepto su niñez, a la que se dedica acaso demasiado metraje, y su historia de amor con Marcel Cerdan, el resto es una maraña con dropeo de nombres) No posee un argumento al uso. Ni tan siquiera cuando ordenas mentalmente los acontecimientos, muchas cosas se escapan.

Pero uno tiene la sensación de haber contemplado un cuadro, el cuadro de la vida de la niña-gorrión. Y después de haberlo mirado, haber cerrado fuertemente los ojos. Esas imágenes sugerentes que vemos en la oscuridad de los párpados cerrados son las que quedan. Las imagenes de Edith piaf, quien tuvo de todo menos una vida de color rosa.






Areta y yo: Mi amiga la cabaretera



De noche, al borde del día, uno puede asomarse y descubrir talentos, proyectos, y promesas. Esto me ha pasado varias veces alternando por las noches, viendo cafés teatro y monólogos de actores y actrices que deciden hacerse oír, lanzarse. Son ellos y ellas una pedrada en el agua estancada de las oportunidades. Y un chisporrotazo sorprendente de frescor talentoso. "Aretha y yo" es una deliciosa propuesta de café teatro, en la que la mera anécdota posee reminiscencias agridulces; y lo intrascendente y frívolo va unido a lo impacable de una realidad: el fracaso y los sueños rotos.

Aretha Dran King es una fan de la otra Aretha, la Franklin, a cuya sombra ha vivido siempre haciéndole los coros en innumerables conciertos. Por mucho que quiera disimular, ésta Aretha decadente, pasea sus errores y vivencias ante un público que no es precisamente el de las salas de fiesta o teatros que ella rememora. Es una tarea difícil aunar en un espectáculo intrascendente esta propuesta y unirla a los clichés del más puro café teatro cabaretero. Celia León asume la tarea y lo consigue.


Y esta es la baza más interesante de Aretha y yo. La fusión de elementos tragicómicos en un espectáculo que podremos presenciar, cerveza en mano, en un bar de copas. La actuación comienza con la incursión de Aretha cantando y actuando como lo que de manera evidente se la puede tomar en principio: un putón cabaretero que hace su numerito demodé consistente en sacar los colores al personal masculino. Pero poco a poco se va desarrollando su personaje, de eterna segundona, de carne de revista, de desengaños. Todo esto va salpicado de canciones y numeros musicales, donde Aretha sorprende con su talento. Y entonces uno se pregunta ¿cómo es posible que haya sido la segundona con tales armas para triunfar?. Y es que Aretha y yo nos puede llegar a decir que el triunfo puede no ir unido ni al sacrificio ni al talento. Que las verdaderas putas cabareteras pueden ser el éxito, la suerte y el reconocimiento.


El acierto reside en que el propio monólogo está concebido y puesto en escena con la misma dualidad con que se nos presenta la protagonista Aretha. Estamos ante un café teatro de cabaret, que comienza y que se da con los lugares comunes de interrelación con el público, pero que nos deja ver poco a poco el reverso de un personaje hecho jirones, simpático y chabacano, y de una historia ya no tan ligera. Y este aspecto más "serio" se apunta sutilmente y con sentido del humor: exigencias del medio. Del mismo modo, estamos ante una artista que también alterna entre dos polos: Aretha o Areta, la putilla puritana, la artistaza infravalorada, la borracha glamurosa.


Es Aretha y yo una propuesta-híbrido, dirigida y escrita talentosamente por Celia León, que satisfará a aquellos que busquen un café teatro convencional con los lugares tópicos y acaso cutres del género y del personaje que lo pone en pie. Se opta por el humor, pues la risa, aunque sea sal gorda, es el comienzo de la inteligencia. Pero éste café teatro también satisfará a aquellos otros que busquen un buen trabajo actoral, ya que estamos ante un monólogo o cuasi monólogo teatral donde se nos presenta a un extravagante y atractivo personaje. De hecho, podría ser trasplantado como monólogo en una sala convencional, prescindiendo algo de las alusiones directas al público, cargando más las tintas, revisando texto, y sería un trabajo netamente teatral-convencional muy apreciable.

Y ante todo destacar que el pilar básico y el nexo de unión es la creación y la encarnación del personaje de Aretha. Y es que Lola Polo realiza un magnífico trabajo, como actriz y como cantante, trabajo mantenido durante casi una hora y media en un terreno y un escenario desnudo y estridente. Estupendo personaje y estupendos popurrís musicales. Ojalá podamos verla a ella a la actriz, en un buen escenario, tal como añora Aretha en su noche. Porque Aretha Drankin-Lola Polo son de esas artistas faranduleras cuyo vestuario de oropel encierra carne y sangre y no sólo el bies del tejido con las costuras del traje que visten.

Monday, March 26, 2007

DESVELO Y MANANTIAL PRESO DE LA MUÑECA ROTA.

Cuando te conocí, sentía un millón de cosas dentro de mí. Ahora, el millón de cosas está fuera, y estoy sola en medio de ellas. Han sonado pasos en la escalera del portal y me han despertado en esta noche, deseando lo mismo que llevo deseando seis años: ojalá sea él, que regresa a devolverme el norte. Seis años desde que lo despedí una noche en la estación de Atocha. Se iba a Alemania a ganar dinero. Los hombres se lanzan al mundo, y lo transforman. Y es ese mundo el que nos hace a nosotras. Eres hombre, eres mi marido, eres el mundo: vuelve. Hubo alguna carta tuya y muchas mías. Luego, llegó el silencio: desapareciste. Seis años buscándolo... Sé lo que se piensa de la mujer abandonada que no supo retener al marido. ¿En qué fallé?, no puedes tener queja: me entregué totalmente. “Se fue a por tabaco y no volvió”: condescendencia, burla. ¡Vuelve!. Mis apellidos dicen que soy pertenencia tuya: regresa a por tus cosas, voy incluida en el lote de esta casa que también está a tu nombre. Y una mujer casada es como una casa. No importan tus malos modos, tus broncas, tus borracheras, los bofetones, los cuernos: he de soportarte. No sé hacer nada, y no soy nadie, y no sé qué soy... Podría desear que murieras porque así por lo menos sería viuda, y sabría a que atenerme. Porque ahora no soy hija, ni esposa, ni solterona. No soy nada. Me choco contra las leyes sociales, familiares, con las de la costumbre y con las de los vecinos. Y agacho la cabeza cuando voy a la parroquia. Miles de ataduras forman una red que ni siquiera me sirve para sostenerme en esta caída Vosotros tejéis el mundo, nosotras, como mucho, labores de punto; y si nos pasamos de vueltas, deshacemos parte de la prenda. ¿Y si volvieras de improviso, dentro de mucho?... Me miraría en el reflejo de la ventana y no me reconocería... ¡Dios!, ¡que los pasos de la escalera sean suyos!...La noche calla. No era él. Sólo queda marchitarme. No tendré hijos y cuando muera, no podré dejarles ni siquiera mi pena como herencia. Antes, yo sentía millones de cosas dentro de mí. Ahora, el millón está fuera. Y no sé cuál es mi sitio entre ellas

Saturday, November 25, 2006


Este blog esta dedicado a los espectáculos que podemos ver en Madrid. Pero Danilo se va a permitir una licencia y va a escribir sobre una película recientemente editada en DVD. ¿Cómo comienzo la historia? Ah, sí.
Todo comenzó una noche divertida y de corazón provinciano en un Vips madrileño. Yo estaba con mi amiga la Cabaretera y nos íbamos a comer un peazo sandwich para cenar, que nos lo merecíamos. Había sido una tarde con nubosidad variable. Lo habíamos pasado muy bien comiendo un helado en plaza de España y tomándonos un vino. Y después fuimos a ver una pelicula de Claude Chabrol "La dama de honor". O no era nuestro día, o nos habían echado algo en el vino, o somos unos pariolos, pero la película nos dejó más atribulados que a un par de actores rusos contratados en Hollywood para hacer de españoles en "Por quién doblan las campanas". Menuda chabrolada.
Mi amiga cabaretera, que acababa ese año sus estudios de Arte Dramático ( y que poco a poco iba saboreando ese momento en que el alumno, si no es agnóstico-ateo, se dice a sí mismo: "Dios nos pille confesados"), tenía que participar en lo que se denominaba en su escuela "el cuarto integrado". Es decir, un montaje en el que participaban alumnos de diversas disciplinas de la escuela. Si no eras hábil, no te dabas prisa o no lo tenías muy claro, esto se convertía en: "sálvese quien pueda que viene el tío Paco con las rebajas". Y como alternativa a ese integrado estaba lo que se denominaba: proyecto personal.

Esto hablabamos mientras hincábamos el diente en el sandwich. Y mi amiga la cabaretera, que no tenía muy claro cuál iba a ser el proyecto suyo de final de carrera, si iba a hacer el Calígula de Camus, la Cordelia del rey Lear o de Lina Morgan en el Último tranvía, me dijo: "Puestas muy mal las cosas, llamo a mi cuñado y que venga con la video cámara. Yo me hecho rimel morado en las pestañas, sombra muy azul en los párpados y un jersey lila. Me pongo delante de esta pared roja del Vips y me pinto los labios con rojo chori. Abro un paraguas verde loro. Y parpadeo languidamente a la camara mientras canto los paraguas de Cherburgo". Ye tem Ye tem. Mon amug, mon amug. Y continuó tocando con la trompeta toda la banda sonora de la película. ¡Ay, no!, ¡que no tocaba la trompeta!. Es que mi amiga tien la capaciadad de imitar su sonido con la boca, y te toca desde Jesucristo Superstar hasta copla. Admite peticiones del oyente.


"Los paraguas de Cherburgo" Película de Jacques Demy con la música deMichel Legrand. Colorín para una historia apabullantemente sencilla y memorablemente melancólica. Hoy en día, previsible y manida, pero es que esta película fue la primera, la que estableció el cliché. Maravillosamente triste. Sublimemente melodramática, genuína. De estética inolvidable. Convincentemente cantada de principio a fin, vemos cómo todo un artificio deja de ser extraño a los cinco minutos de película porque unas claves no reales se juegan con mucha sinceridad y verdad. Muy verdadera aunque sea cantada de principio a fin y los actores principales estén doblados.
El siguiente musical del tándem Legrand-Demy fue "Las señoritas de Rochefort", donde el estilo seguía siendo genuíno, sesentero, aderezado con magníficas canciones francesas y un diseño de producción minucioso de tonos pasteles. Y tras " Las señoritas de Rochefort" vino la extravagancia visual y mágica"Piel de asno". Esta película, va unida sentimentalmente a Danilo, por motivos sentimentales. La vio de pequeño y nunca más se supo, y ahora ha sido editada en dvd. Impagable. Caballos azules en el reino conservador del Rey azul , caballos rojos para un príncipe moderno. Viejas que escupen sapos. Rosas que hablan. Reyes que viajan en helicóptero. La película es la pera limonera del cuento rococó. El clavel reventón de la extravagancia que juega al contraste y al detalle inefable.


Catherine Denueve se toma el papel con frío sentido del humor, y está muy adecuada. Su impavidez viene que niquelado. Jean Marais, inolvidable Orfeo y la bestia de "La bella y la bestia", recita versos de Cocteau, poemas que le dedicó a el mismo cuando eran amantes. Delphine Eyring es una moderna hada madrina, Jacques Perrin es un simpático y majete príncipe... Un buen reparto con adecuadas interpretaciones. Y adecuadísimas porque no es nada fácil encarnar convincentemente estos personajes. Cuando un actor o actriz dice un buen texto de Williams, un buen guiòn, o un Shakespeare, tiene un escalón que le hace el camino más fácil. La dificultad viene con personajes perfilados de otro modo: personajes surrealistas, inconexos, extravagantes, animalescos, que tiene que decir un texto absurdo o con claves que escapan a lo convincente.
En "Piel de Asno" vemos personajes de verdad, pues la sinceridad y la verdad tiene que estar siempre patente sea el tipo de personaje que sea, sea el tipo de teatro que sea, desde la tragedia hasta la farsa. Y esto es muy difícil. Si un actor es convincente en sus aventuras por un reino imaginario en el que un burro es la principal fuente de ingresos, porque sus boñigas son joyas, será convincente cuando se enfrente con un texto "serio". (El ejemplo calro lo vemos en las películas de la disney, aunque suena peregrino: los animales humanizados son terrriblemente verdaderos!!!!)
Se trata de asumir unas claves a jugar y llevarlas hasta las últimas consecuencias, independientemente del tipo de texto o de personajes. Hasta los payasos cuando interpretan lo hacen de verdad. Por eso es curioso ver estas interpretaciones en Piel de Asno.








Piel de Asno cuenta también y de nuevo con la deliciosa y competente música de Legrand que juega en el filo de la navaja del descacharrante contraste. Hay canciones eficientes para el cuento que se narra: en especial el surrealista momento en que Piel de Asno se desdobla con su hermana gemela en un alarde innecesario de magia porque ella lo vale y es más chula que un ocho para hacer un pastel al príncipe. Hay canciones de bonito lirismo. Pero se tiene la sensación de que es acaso superior la partitura que las diversas letras, y sobre todo, el conjunto es anárquico. El tema central es bello: "Amour, amour", con una sencilla y bella letra (el amor es comparado con un pañuelo blanco que se deshilacha). Y luego topamos con melodías de bonito lirismo que contrastan en un hilarante contraste con letras inefables: así el dúo entre los principes. Una música ensoñadoramente romántica va acompañada de una letra en la que los jóvenes dicen que se atiborrarán de pasteles, y que fumarán a escondidas en pipa (¡que chupilerele!). El dúo romántico desemboca en los amantes dando volteretas del revés y poniéndose morados en un palatino bufé libre. Es parte del encanto: los disparatado en bandeja de plata filigranada.

Es un acierto que la edición de esta película incluya un nuevo doblaje y conserve el doblaje original de la época (incluyendo las canciones en español, algunas bien adaptadas al boqueo de los actores, otras no tanto), doblaje original que tiene partes perdidas o directamente no dobladas (¿habría alguien que pudiera aclaralo?), si bien, el sonido podría haber sido mejorado o limpiado de algún modo. Por cierto, si se compara el doblaje antiguo con el moderno, hay una diferencia de calidad interpretativa notable. El doblaje moderno se oye mejor, pero es mucho más flojo. Si conservar el antiguo doblaje es un acierto, el subtitulado es una chapuza. Entra a destiempo de los diálogos y resulta muy farragoso

Piel de Asno es un musical alternativo, originalísimo, no apto para todos los gustos, incatalogable película y peculiar cuento de hadas. Es una película muy personal. Genuína y con personalidad. Merece la pena acercarse a ella.

P.D. Mi amiga la Cabaretera acabó haciendo un papel en un integrado en el que ella interpretaba a una secretaria rubia vulgar. La obra, según un profesor, iba sobre las gilipolleces de unos oficinistas que suben a la azotea del edificio de oficinas donde trabajan para hablar de sus chorradas. Mi amiga Estaba desaforadamente rubia, con un postizo platino como el que la Deneueve luce en Piel de Asno. El estilo interpretativo era "expresionista", que supongo que consistía en pensar en un aspecto o característica del personaje y acentuarla al máximo. Como si fuera farsa. Fue un buen integrado. Estaban todos muy bien. Pero la secretaria rubia fue mi predilecta. La amiga cabaretera estaba fenomenal. Los móviles de la chabacana rubia y su interpretación desmelenada eran todos de verdad, las gilipolleces de la tal rubia eran cuestiones de vital importancia por muy expresionista que fuera aquello. Casi sólo tuve ojos para ella.C'est la vie, Darling.

Wednesday, July 05, 2006

UN ESPEJO PUEDE TENER MUCHAS SUPERFICIES

Es tremenda la maratón a contrarreloj que un actor debe correr de cásting en cásting, de audición en audición. El aspirante a trabajo se abrocha el cinturón y se hace a la idea de que la mies es mucha. Y comienza su periplo aquí y allá. En una prueba le dirán que es demasiado guapo. En otra, que es demasiado feo. De pronto será demasiado rubio, pero no, porque en la próxima le dirán que es demasiado moreno. Hete aquí que ahora es demasiado viejo. Que no, que ahora resulta que es demasiado joven. Que si tiene pinta de chulo, que si tiene pinta de maricón. En esta audición, resulta que eres demasiado bajo. Cómprate unas alzas. ¡Mierda!: en este cásting resultas demasiado alto con ellas puestas.

El actor y su físico. Gran dilema. Evidentemente, el aspecto físico tiene un valor innegable en el trabajo actoral, y de él dependerá el papel asignado y el modo en que es realizado, porque el público se encontrará con un actor determinado con su facha, y todo tendrá una significación. Y siempre ha importado el aspecto de un actor o actriz a la hora de realizar un reparto. Pero los estereotipos y lecturas evidentes hacen que el cliché ponga muchas barreras. Hoy más que nunca. Porque hay papeles que demandan un físico muy determinado. Pero otros no. Y esto no se tiene en cuenta.

Y es que luego uno se encuentra con muchísmas interpretaciones magistrales de actores y de actrices que están jugadas a la contra, en el sentido de que si hubiera primado lo que el físico o el actor-actriz daba en la primera impresión, jamás se hubieran hecho con el papel. Y para muestra, los siguientes botones:

Vivien Leigh: Escarlata O´Hara.

Vivien era bellísima, de peculiar fotogenia que incluía ojos increíbles y cejas con vida propia. Pero era una inglesa que tenía que parecer más america que el chewing-gum. Y era muy poca cosa: delgadísma y de un escaso metro y medio. Y sin tetas. Su fragilidad impactaba porque luego resultaba una hembra fortísima, más dura que un diamante. Nadie lo diría, tan chiquita ella. De haber sido hoy, la habrían tirado por poco voluptuosa y por cuestión de centímetros. Nadie diría que una mujercita así haría ese juramento legendario con un nabo en la mano o tendría ese esplendoroso final, tras cuatro horas de filme. Su estupendo trabajo fonético y de dicción la permitió hacer de dama sureña. Vivien es Escarlata: su magistral interpretación las une. Nunca fue alta, ni siquiera para su época. Pero llegó a lo más alto del escenario y del celuloide

Humprey Bogart: Rick

Si se le mira detenidamente, uno se topa con un señor bajito. Feo. Desde joven, un tanto avejentado. En Casablanca, va unido indisolublente a una tarima para llegarle a la boca a Elsa. Y por mucho que haya estado en París, en principio su aspecto parece el de un albañilete que ha tomado mucho el sol y que ha pasado hambre. Parece que tiene tisis y que el sol africano le torró. Pero nos lo creemos todo, porque de nuevo su interpretación nos convence,no importa que sea feote y que su voz en el original parezca la de un pato. Un hombre con ese aspecto puede vivir esa historia. Es un tío normal que regenta un bar en Casablanca, ¿acaso es necesario un aspecto distinto para ello?. Un hombre así, engominado y con americana blanca también queda lucido y también puede vivir ese romance. Un tiarrón naufragado en Casablanca no nos engancharía tanto. Es una leyenda. Él es Rick, y es tan atractivo que todavía esperamos otra decisión por parte de Elsa. ¡Quédate con él , Elsa!

Ava Gardner: Julia en Magnolia

Ava interpreta a la mestiza Julia en Magnolia. Uno de sus más bellos papeles. Ava era una vamp, una mujer fatal. Sus papeles siempre iban por ahí. En Magnolia está previsiblemente bella, pero en este caso, ella es la mujer a quienes los hombres destrozan y no a la inversa, como sucedía en sus otros filmes. Aquí, Ava amaba mucho, y por amor acaba cayendo en la perdición. Además, cantó con su propia voz. El productor, muerto de miedo decidió doblarla, pero en la banda sonora editada, es la voz de Ava. Judy Garland iba a realizar este pape, pero una de sus crisi lo impidió, y fue sustituída por Ava, que quedaba fuera de lugar en el género musical. Memorable elección, que pudo parecer desatinada: para el recuerdo está esa Ava, totalmente decadente, en el puerto mirando y lanzando un beso a los enamorados. Maravillosa, sin ser la némesis de ningún machote, sin putanguear con ningún torero.

Frank Sinatra: gigoló y escritor crápula.

¿Quién daría hoy en día a un tirillas como este crooner sus papeles en "Pal Joey" y en "Cómo un torrente"? Pues lo hizo genuinamente. Le tenían que poner relleno en los trajes para tener más corpulencia, y su atractivo residía en su juventud y su voz. Porque guapo, guapo, no era. Era un hombre moliente elegantizado. Y era canijo. Pero se ligaba a Rita Hayworth y a Kim Novak, a la par que las chuleaba. Y en el melodrama "Como un torrente"era un escritor que llega de la guerra y encandilaba a una mojigata profesora y a una entrañable putilla. Y es que para ser golfo no se requiere ni una estatura determinada, ni tener el abono deporte ni ser asiduo de la sala fitness para dar con el brazo de partir chuletas. Golfos los hay de todos los colores, esterotiparlos es discriminar en el golferío.

Sinatra iba a protagonizar "Carrusel", pero abandonó el rodaje. Los motivos por los que lo hizo todavía siguen siendo una incognita. Pero hay quien apunta que fue porque no le iba el papel. Y, estando muy ilusionado con el papel de Billy Bigelow, dejó el proyecto.Y es que se suponia que para trabajar en un carrusel de feria, enamorarse de una rubita y fugarse con ella, tener una hija, y morir en un intento de robo, había que tener una facha distinta, ser más mazacote (?). El señor Sinatra fue más golferas aún en su turbulenta vida privada, fue mucho más gámberro en su vida real y la vivió con esa pinta que Dios le dio. La realidad superó a la ficción. Lástima que Sinatra no rodara "Carrusel". Hubiera sido otra película.

Fred Astaire en cualquiera de sus películas

Hay que reconocer que su físico, en principio, no era de los que hacen estrellas. Pero primó su talento. En sus primeras pruebas para los estudios, se le tachó de feo y de que no sabía bailar (!). Guapo no era. Esmirriado y no muy alto, poseía unas facciones sin mucho atractivo. Pero no importó. Un hombre como él también tenía derecho a la gomina en el pelo y al frac, y el resultado fue el mito. Era muy elegante, y bailando encandilaba a sus compañeras. Sus aventuras danzarinas y musicales con la Rogers y la Charisse-entre otras- allí están como un clásico. No se precisa el ser un tío de bandera para vivir esas historias románticas al ritmo de la melodía, ¿dónde está escrito?. Y nosotros, de nuevo, nos creemos a este actor.

Con el paso del tiempo, de nuevo Astaire realizó un trabajo que parecía un error de casting, pues era un filme muy lejano de sus musicles de antaño, de nuevo un trabajo actoral a la contra. Era en "La hora final" ("On the beach"). Interpretaba al viejo amigo y antiguo ¿amante? de una nostálgica Ava Gardner. Lo que parecía una elección de actor que a bote pronto parecía exótica y errada era en realidad una estupenda interpretación. Y es que la gente dudó de Astaire, pues esta vez no tenía las chapas de claqué en sus zapatos.

Greta Garbo en Mata-Hari y Margarita Gautier

Deberían mandar a Danilo al infierno por decir lo que va a decir. Y es que nos aventuramos en el Olimpo, donde existe este ídolo situado en el campo de las leyendas inmortales. Pero si Prometeo se atrevió a robar el fuego a los dioses, Danilo se atreverá también a cometer esta pequeña osadía.

La Garbo es una leyenda. Indescriptible verla en cualquiera de sus películas. Y era bellísima, de una belleza extrañamente contemporánea. Pero hay que reconocer que su aspecto físico visto en algunas fotografías corría el riesgo de ser confundio con el de un elegantísimo travesti sofisticado. Y si se la veía en versión original, un gravísima voz redondeaban la faena. Si vemos "Margarita Gautier" nos damos cuenta de que con miriñaque abulta mucho más que Robert Taylor-Armand, y que está muy alejada del canon de mujer delicada decimonónica consumida por la tisis. Pero con todo, no importa. Está tremendamente femenina y su gran interpretación nos conmueve. Si no hubiera sido la Garbo, si se hubieran guiado solo por el físico o las primeras impresiones, ¿habría sido ella la elegida?. La misma pregunta nos la podríamos hacer con Mata-Hari, película recordable precisamente por ella.

La Garbo no era quizá del todo adecuada, porque de bailarina grácil no tenía nada (recordemos los apañados planos de la Garbo ¿bailando? como MataHari). Pero su fascinadora interpretación hacía creíble todo. Su melancolía en los primeros planos vislumbrando la llegada de una nueva primavera que no le ofrecerá nada a ella, y su seductora doblez de la que luego se arrepentirá dolorida de amor imposible, son dignos de recuerdo permanente. Por cierto, la Garbo ya hizo de bailarina en Grand Hotel años atrás. Demasiado alta para el ballet clásico y demasiado joven para ese papel: en la novela su personaje se había hecho ya un lifting, y sufría la decadencia de su carrera artística. Pero de nuevo, el resultado fue estupendo.

Y podrían seguir los ejemplos. Cuando se rodó "Entrevista con el vampiro" Anne Rice comentó que Tom Cruise haciendo de Lestat era como haber elegido a Edward G. Robinson. Luego rectificó porque Cruise lo hizo muy bien. El gran Javier Bardem realizó dos magistrales trabajos en "Antes que anochezca" y sobre todo en "Mar adentro". Y son papeles que se alejaban del sex apple de típico actor tío bueno y cachas demasiado joven que este actor daba a primera vista.

Una vez hablé con un director de escena que había montado "Agnes de Dios". Para ello había contado con un estupendo reparto de tres actrices. Para el papel de Agnes había contado con una actriz muy buena y muy alta. Este director me decía que había contado con esta actriz porque claro, era muy alta, y quería que el público, al verla sufrir, se sobrecogiera. Si hubiera sido más bajita, el publico habría sentido sólo pena, y claro eso no podía ser... Le recomendé que viera cualquier telediario. O sea, que las personas altas inspiran nobles sentimientos, las personas bajas, mierda prosaica. He de decir que no recordé la estatura de la actriz, sí su trabajo.

En las clases de interpretación se dice a los actores una y otra vez que no hagan estereotipos y clichés, que busquen la sinceridad, lo verdadero y genuíno. En un taller de interpretación yo pude oír que el profesor decía que se huyera de lo evidentemente falso: la persona más refinada del mundo y culta podía ser la más soez, y la persona más humilde, la más educada. También dijo que cuando se elegía a un actor determinado para un personaje, se hacía por lo que ese actor podía ofrecer al personaje, por el sello personal. Pero esto era en las clases. Luego fuera, es otra historia.

Hay muchos papeles tipo, que requieren a un tipo de actor determinado. Kuntakinte más vale que lo interprete un actor de color, Madame Butterfly debe ser interpretado por una oriental, Arlequín es un pequeño y ágil criado. Pero, aparte de esos papeles tan determinados, hay un gran abanico de opciones.

Y nos topamos con interpretaciones que nos enganchan realizadas por actores que en una primera impresión puede que no respondieran a los cánones bien por su físico o forma de ser o procedencia o por la tendencia de carreras. ¿Por qué nos enganchan? Quizá sea porque vemos cómo personas reales, de carne y hueso, también viven esas historias sugestivas. Porque para ser carne doliente o inspirada, infeliz o feliz hay que ser ante todo genuino. Porque primero esta la prosaica realidad para que después aparezca el arte, que la empobrecerá, la deformará, la embellecerá o la enriquecerá. El actor arranca de la realidad. El arte es el espejo en el que ésta se refleja. Un espejo puede tener muchas superficies.

Monday, April 24, 2006

Kafka Kabaret: el buscador de perlas ante la Danza de la Muerte

Siempre se ha sospechado del que es diferente. Y se le ha condenado. El artista no es una excepción: hubo un tiempo en que incluso ni siquiera era enterrado en sagrado. Kafka es diferente, y se pregunta sobre el amor, sobre la muerte, sobre el sentido de la vida, sobre los imposibles. Esto es “Kafka Kabaret”, un hermosísimo texto con dramaturgia de Alfonso Pindado que nos sumerge en el mar de estas cuestiones. Y en su fondo, en la red del pescador de perlas que es -en propias palabras del texto- Frank Kafka, se enredan desgranándose canciones del mismo autor: poemas con música sencillos , bellos, dramáticos y plásticos; interpretados y cantados con sensibilidad por una destacable Sandra Dominique, quien interpreta a Milena, la dueña cabaretera del tugurio al que asistimos.

Entramos a la sala (Sala Triángulo), espacio escénico inteligentemente utilizado, y vemos que una pareja de jóvenes rasgan las tinieblas bailando un tango. Es el inicio del periplo al que asistiremos durante la representación. Kafka conoce a una joven de la que se enamora en la lejana capital de Bohemia; tropieza con ella en el camino doloroso por una realidad decadente, en pleno ocaso, alienadora, que deja en los márgenes del arroyo de la vida a las víctimas de la modernidad. Y en esa sociedad el artista será considerado como un indeseable, bien sea por el padre o por el orden o por el resto de la gente

En “Kabaret Kafka” vemos la condena del creador en una sociedad industrial y moderna. El artista ya no goza de ningún mecenazgo de las clases altas. La modernidad y postmodernidad nos trae la imagen del artista bohemio, atormentado, marginal, miserable, genial. Y es el padre del escritor quien condena. La figura paterna (encarnada por un inquietante José Luis Checa) es la imago que provoca en Frank la brecha entre lo que él debería ser y lo que realmente quiere ser; la herida que le provoca el dedicarse a la literatura traicionando unos valores interiorizados y encarnados por el padre.

El resultado es lo que vemos en escena: un escritor presa de la neurosis del fracaso, presa de las trabas que se autoimpone como castigo inconsciente a su desviación. El Padre se avergüenza de él. Entra en el cabaret buscándolo, rezumando violencia reprimida, incapaz de amar pero sí de fornicar, apestando a soledad. La soledad de un Imperio a punto de perder en la Gran Guerra, la soledad de un hombre que sospecha del hijo y de su literatura: primero, porque no es productiva económicamente; segundo, porque puede ser subversiva. Por eso, el padre actúa en connivencia de los policías: el orden, estructura y fundamento de esa realidad.

Esa Policía atosigará al escritor ( memorables y caricaturescos Israel Martín y Luis Montero) e irrumpirá en el cabaret. Le persiguen por artista, por poeta, por joven , por enfermo, por inconformista, por judío, por tísico. Son el progreso racionalista, la burocracia alienadora, la política opresora. Son la negación.

Y es precisamente la riqueza del material el principal valor de “Kafka Kabaret”. Ante ello, es una pena que no acabe de lograrse algo que el espectador recuerda y rescata nada más acabar el espectáculo: momentos y atmósferas tan irreales como sugerentes, logradas bien sea por la belleza de la palabra o por la atmósfera conseguida por la luz, música e interpretación

El inicio de la función, cuando el público entra en la sala y bailan entre la niebla los enamorados. La bola de baile cuyos espejuelos nos transportan a un lugar recóndito donde brillará el drama. El encuentro-desencuentro furtivo de un Kafka enamorado al estilo de un Romeo ingenuo y existencialista con Julia ( una sensible Maria Torres, el sueño no conseguido, en palabras de Milena): dos rostros como chispas encendidas. Los estridentes policías aporreando groseramente el piano. El padre sosteniendo el paraguas iluminado en rojo mientras saluda a la romana y su brazo se moja de lluvia. La aparición de Milena al fondo de una puerta donde se intuye un camerino y la trastienda del mundo que sospechamos. El marco de esa misma puerta en la que asistimos a una escena doméstica del matrimonio Kafka... Son todos momentos memorables de atmósferas logradas que no están presentes durante toda la función, y que podrían haber sido una apuesta mucho más clara. Habría sido un acierto teniendo en cuenta que en este tipo de propuestas es más importante lo que el espectador recibe sensorial y emocionalmente, más que racionalmente.

¿Por qué no se mantiene esa clave de principio a fin?, ¿por qué no se apuesta por ese lirismo y esa sugestión, si se logra intensamente en ocasiones para desembocar en lo convencional, pese a que el texto nos siga embebiendo?. Todo lo brinda: el texto es metafórico, polisémico, desestructurante; los actores entienden su trabajo; y el espacio de la representación -una sala polivalente de la Triángulo- es un lugar pequeño que facilita la creación de ambientes, la inmersión; y donde se da la magia comunicativa al estar el espectador cerquísima del actor, de su trabajo casi a pecho descubierto y de cuanto acontece en la escena.

A ello podría haber contribuido un diseño de luces en algunos momentos más sugerente, la mayor utilización simbólica de algunos mínimos elementos de ambientación o escenográficos que cambiaran de significación a lo largo de la función (como ocurre con la puerta del camerino, precioso y buen hallazgo); así como el mayor aprovechamiento de efectos sonoros por parte de los músicos (de nuevo, magníficas las atmósferas puntuales conseguidas a través de la música interpretada por Félix Checa y Julien), y un mayor cuidado por los detalles (feísima la luz fluorescente de la taquilla de la Triángulo que entra en la sala en un momento de la representación en una entrada de los personajes)

El trabajo actoral esta realizado con mucha entrega. Inteligentemente, las interpretaciones mezclan momentos de gran sinceridad y verdad con un estilo farsesco y expresionista, que conlleva un buen trabajo corporal. Los personajes son tipos muy definidos y están bien conseguidos: la cabaretera cuyo aroma a perfume y güisqui intuimos, y que es representación de la vida o de una filosofía ante ella; Julia, la amante abnegada, amada, rechazada; el padre que siempre huye de la lluvia renovadora; los animalescos policías... Cabe apuntar que las composiciones de los secundarios resultan más memorables que la esforzada del propio Kafka, personaje que se construye a golpe de contraste con los demás personajes. Personajes que acaban tornándose en el lamento ante la muerte en los componentes de una danza de la muerte medieval pasada por ritmos musicales hebreos.

Y es que “Kafka Kabaret” es una mezcolanza propia de la postmodernidad que refleja. El ser humano desmembrado, condenado a la soledad, baila y sueña con y en el amor al ritmo de poesía y de boleros; y a la vez muere de hambre y de duda, se enfrenta al existencialismo, al surrealismo, al amor, a la enfermedad, a la esperanza, a la opresión. Y como compañera de viaje, la Muerte.

Y tras la danza de la muerte, las mismas incógnitas y los misterios. Aunque también la esperanza, o la huída al “Sur”. ¿Es la muerte la única escapatoria?. En “Kafka Kabaret”, Kafka anhela un lugar donde ser feliz, y no se explicita en qué consiste ese lugar: seguramente el Kafka histórico hablaría de un estado judío fundamentado en las teorías sionistas. Que no se exponga contextualmente así en el montaje universaliza esa búsqueda y por ende acerca mucho más esa temática de búsqueda al espectador, al pertenecer ese anhelo de paraíso perdido a nuestro imaginario colectivo.

Y es precisamente esta la gran virtud del montaje: la presentación y la sugerencia de temas a través de la poesía y la metáfora. Y entonces, el espectador pensará en la situación bautizada como neoliberalismo; en conceptos como funcionalismo, eficiencia, productividad, plutocracia, ausencia de meritocracia... y ay de aquel que quede fuera.
Y todo ante la continua búsqueda de un indeseable a punto de ser engullido por su realidad: Kafka, quien percibe las voluntades ciegas de la vida, un mar oscuro de temas complejos ribeteado por la espuma de canciones desnudas y sencillas; y todo ello jalonado con inspiradísimos momentos a nivel estético y escenográfico. No juega todas sus bazas. Pero es muy interesante. Los pequeños flecos que aflojan la potencial magia del conjunto dependerán más o menos de la importancia que les dé el espectador, que no saldrá nunca indiferente.

La eterna canción: flor que rasga la oscuridad.

La pasión y el dolor, la miseria y el gozo, el miedo y el arte, el humor y la pena, lucha y libertad, y libertad a través de la entrega son realidades que a veces inflaman las sencillas venas de una pequeña historia. Son el reverso doliente de una cara amable. Esto nos ofrece “La eterna canción”, zarzuela que brilla por los claroscuros y las antítesis continuas sobre las que está bellamente construida en su reivindicación de la música y el arte para la libertad y para el hermanamiento.
Esta es una de las principales virtudes que el montaje realizado en el teatro Español nos ofrece. Ignacio García hábilmente consigue un montaje que satisface a los amantes incondicionales del género que acuden a ver una asequible pieza más -seguramente con mucha curiosidad por tratarse de la recuperación de una obra desconocida que sólo se representó en el momento de su estreno en el 45-, y que también atrae al espectador más neófito. Y esto se debe a que el montaje ofrece una rica y amena trastienda tras su aspecto de sainete y de divertida comedia.
Sorózabal, creador y músico de ideología que suscitó una y otra vez las iras y sospechas del régimen, reflejó el drama de la guerra civil y la posguerra en sus obras. En “Black, el payaso” creaba una metáfora de la contienda ambientada en países imaginarios de opereta centroeuropeos azotados por la revolución; y en su “Canción del segador” se desgrana el canto doliente del exiliado. Pero en “La eterna canción” el exilio, el dolor y el desarraigo es interno; y del drama no se habla.
El libreto nos presenta una historia sencilla, básica. Su simpleza amena y amable no es casual: rebela la pobreza intelectual e inquietudes domésticas de aquellos años. Pero el libreto ofrece guiños, y entre las líneas del texto empezamos a intuir lo que subyace, porque lo importante es lo que no se dice tan claro.
En el dúo entre Laura y Jacinto, se nos habla de la desgracia familiar de Laura, huérfana de padres, y abandonada por tal razón por su prometido: en plena posguerra podemos hacer nuestras conjeturas sobre esa desgracia. Todas llevan a únicas conclusiones. Tampoco es casual que el libreto nos presente un personaje cómico, don Martín, el viejo verde, como el figurón casero propietario del bloque: estamos ante un vestigio de la oligarquía prebélica, en la que podemos intuir tendencias monárquicas. Además, una de sus antiguas novias se llamaba “Paz” Y clave resulta que sea un limpiabotas el que contribuya al desenmascaramiento de Jacinto: estratificación social y pobreza, unidas a un proletario Tiresias que contribuye a la anagnórisis de la heroína.Y las posibilidades que el libreto ofrece para dejar entrever el reverso amargo del folletín amable son aprovechadas con creces en este montaje, donde no se pierde la frescura de las situaciones cómicas (destacan en este sentido el trabajo de Beatriz Díaz, Millán Salcedo, Tony Cruz y Pep Sais).
El preludio orquestal ya nos ofrece lo que veremos. La música de la romanza que cantará Laura (Amanda Serna) nos expondrá la temática amorosa, que se convertirá en trasunto de desgracias y traiciones mayores. El arrebatador lirismo de las cuerdas ya nos indica la apuesta por el arte y por la música como manera de trascender la miseria reinante. La iluminación nos sitúa en una bella atmósfera de ocaso, con todo lo que esto sugiere: iniciaremos un viaje desde el atardecer hasta un nuevo amanecer. Vemos a dos enamorados que se citan en la azotea, y el idilio es interrumpido con la llegada de la madre. Y como chispas negras sobre el rojo descubrimos a los tres personajes principales del drama: los tres artistas. En un nivel superior, alguien los observa: el chulesco Jacinto (Francisco Vas), siempre por arriba, desde esferas superiores económicas y políticas. Esta es la síntesis de lo que se desarrollará.
Ignacio García logra sublimes atmósferas plenas de significados. Es de destacar todo el comienzo del segundo acto, que arranca con el bello danzón, en el que se nos envuelve en la oscuridad íntima del café-cantante; es un acierto que la música ambiental que toque el pianista sean piezas de “Katiuska” (“Rusita, rusa divina” y el “fox de las joyas”). Y son magníficas las transiciones de escenas, pues artísticamente son bellísimas y teatralmente están llenas de poesía y de significados
El cambio del primer cuadro al segundo es un potente, casi violento contraste entre la música del pasodoble y la imagen nocturna y siniestra de la farola y la prostituta que rasga las brumas, entre la búsqueda del sueño y el arte y la verdadera realidad de autarquía y cartilla de racionamiento en la que viven los protagonistas. La transición de este cuadro al siguiente, con Laura derrumbada y el amanecer al fondo, posee una potente fuerza musical y plástica, y recoge arrebatadoramente los varios niveles de significado que la lectura realizada del libreto nos ofrece: el desengaño amoroso de Laura y la traición, que alcanza su paralelo con el abuso de autoridad y con la mezquindad y prepotencia de una nueva clase social naciente tras la guerra.
Esa dialéctica entre arte y represión, amor y engaño, aparece en el montaje a través de la utilización de elementos y espacios simbólicos. La represión siempre está en un nivel superior, representada por ese balcón al que se asoman Jacinto, con bigotitos a lo falange, y sus secuaces. Este espacio juega un interesantísimo papel a nivel simbólico, pues si en principio es la morada habitual desde la que espía el estraperlista y desde donde canta el primer dúo, esas barandillas, en el café, serán de nuevo utilizadas por el vigilante del local, de nuevo figura de autoridad oscura; y más tarde, en comisaría, (con el precioso detalle radiofónico en la transición hacia este cuadro) el espacio se convertirá en el corredor de un policía. Sólo quedará vacío en la conclusión de la historia, donde en su lugar sólo quedan como testigos, la sencilla belleza de una maceta de flores.
Esta utilización del espacio se ve reforzada por la utilización de elementos escenográficos tales como las fotografías de comisaría: rostros de presos políticos, indeseables y víctimas enterradas en cunetas que son telón de fondo de la comedia que acontece. O como la pequeña rosa que cae del ojal de Jacinto, y es pisoteada y luego rememorada por Laura en el café. Y todos estos significados se ven reforzados con la conjunción de una iconografía que conjuga elementos del teatro realista, de la novela social y del cine melodramático con carga social de la época, con elementos más simbólicos y metafóricos.
La dirección interpretativa es bastante certera. Los cantantes-actores o actores-cantantes demuestran su oficio en un elenco predispuesto y bien dirigido a través de unas pautas claras que hacen que veamos personajes diáfanos y definidos. Al respecto es destacable la dirección de los coros en los que se incluye la creación de tipos. De unas pinceladas, vemos personajes en esos vecinos, en los jóvenes enamorados que han de racionar también la sensualidad, en el policía que jalea al comisario, el ayudante de comisaría que llora el engaño de Laura, en esos espectadores del café cantante: hay un especial y grato cuidado por esos personajes secundarios y anecdóticos que conforman el fresco sobre el que se construye la historia.
En opinión del propio director, es de señalar el hecho de que en esta zarzuela “la música brotara de un modo tan natural de la raíz misma de la historia”. Historia que se va desarrollando a través de los números musicales que surgen de manera espontánea y natural. Esto sucede al estar montados sin perder de vista en ningún momento la labor dramática que juegan. Así, son monólogos de los personajes (romanza de Laura), son verdaderas escenas con su propio conflicto (Cuarteto de Laura, Manolo –estupendo Javier Galán-, Tina y Montilla), son bellas evocaciones (El danzón o el amanecer madrileño), o son acción propia de escenas (la divertidísima escena de la comisaría o la romanza de Aníbal -entregado Enrique Baquerizo-). En definitiva, “La eterna canción” es una excepción entre tanto intento suicida del género. Normalmente, cuando se monta una zarzuela sin cambiar en la puesta en escena las coordenadas de espacio y tiempo originales, nos enfrentamos ante meras transcripciones de los materiales con mayor o menor holgura de medios. En esta ocasión, la zarzuela nos ofrece mensajes claros que trascienden la mera anécdota.. Y la música es la que nos arroya y nos lleva al desenlace. Don Aníbal aboga por un nuevo amanecer donde han de olvidarse rencillas. Los vecinos observan desde las terrazas.
Y “La eterna canción” se convierte plenamente en metáfora de búsqueda de libertad, en canto a la tolerancia, en fuerza para seguir hacia delante. En bálsamo vital para curar heridas terribles que no se mencionan. Esta es la principal virtud de este montaje: la flor que rasga un tiempo oscuro.